domingo, 12 de julio de 2015

Es tiempo de ponernos en camino y ser esa antorcha encendida



¡Somos como la lluvia que desciende del cielo y cae en la tierra para empaparla y hacerla germinar! (Is 55,10), somos la boca de Dios, su voz y su presencia (Jer 15, 19), somos la esperanza del caído y la luz del que aun vive en el calabozo de su soledad (Is 61), somos como la flecha en manos de un arquero, como la medicina que necesita el enfermo. No por nuestros méritos sino por el poder que él nos dio (Mt 28,20) y porque su Espíritu nos habita.
Es tiempo de ponernos en camino y ser esa antorcha encendida. Escuchemos al Señor que pregunta: ¿a quién enviaré, quién irá de parte nuestra? Y unámonos a la respuesta de esos profetas que se dejaron guiar por su voz interior: “Aquí estoy, Señor, envíame. Mándame, llévame donde quieras, como quieras. Si quieres que hable hablaré, si quieres que calle callaré, si tu deseo es que mi vida sea un puente hacia ti, extiéndeme… quiero ser tu mensajero, ir donde me indiques para que te conozcan y te amen más.”

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