JESUS NOS MIRA CON AMOR Y NOS DA SU PALABRA
Buenas noches Jesús hoy nos da la bienvenida a esta escuela
de la Palabra. Él nos recibe, sabiendo cómo hemos venido, conociendo nuestras
cargas, nuestras angustias también, nuestras alegrías y tristezas. Y nos dice: “Vengan
a mí los que se sienten cansados y agobiados que yo los aliviaré. Mt 11, 28 vengan
a mí los cansados. Qué grande es el amor de Dios que nos invita: vengan a mí,
yo los aliviaré. Jesús se compadece de
nosotros, no nos deja igual, carentes o faltos de Dios. Yo te aliviaré. Y
¿qué hace el Señor? Nos da un alivio
excepcional, el alivio de su palabra.
El bálsamo suave de su palabra, la miel de sus palabras. Y es
que después de tantos sin sabores que podemos haber pasado el Señor nos ofrece la miel de su palabra. “Que
dulce es tu palabra al paladar: más dulce que la miel para mi boca.” Sal 119,
103. Y es que si la gustamos en efecto su palabra es miel, es gustosa,
es gusto para nuestra boca. Pero es
preciso saborearla, comerla solo así podemos decir que es miel. Gusta, abre
tu boca y recibe la palabra. La Palabra cuando hemos escuchado quizás palabras
duras, que desalientan, que hunden, que desaniman, que duelen, que hieren de
muchos modos: las noticias, las palabras en la calle. Dios nos da palabras que
construyen, palabras que endulzan, pero no porque son caramelosas, sino porque
son palabras que reconstruyen, que hacen bien. Lo que endulza es el amor, sus
palabras son las que esperan el corazón, las que anhela, las que necesita
nuestra vida.
Pero es necesario recibirlas, gustarlas, quererlas, amarlas,
degustarlas hasta que se hagan dulces. Como el salmista decir: “Abro
mi boca desde la aurora deseando tus palabras” (Sal 119, 131) es
preciso anhelarlas, disponernos para recibirlas, para gustarlas, meditarlas,
escucharlas, aceptarlas. Entonces verás cómo se tornan dulces, aunque al
comienzo puedan parecer amargas, distintas. Dejar que ellas entren en nosotros
y hagan su transformación en nuestra vida y darle este sabor nuevo de una vida
que acoge a Jesús. Señor dame recibir tus palabras y disponerme de tal modo que
sean buen sabor para mí pero también para tantos que dependen de nuestra vida,
que recibirán las palabras por medio de mi vida.
¿Qué
me dices Señor esta
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