1.
¿Qué es Orar?
Orar es una necesidad VITAL
Al concebir que tenemos
una vida Humana, que conocemos y cultivamos de la mejor manera para mantenerla
SANA, hacerle crecer y que sea fecunda, es imprescindible concebir que todo
hombre y mujer tiene también una Vida espiritual que debe ser cuidada y formada
con la misma o mayor dedicación que la vida corporal.
Esta vida espiritual es la
que nos impulsa a ser y actuar como lo hacemos; los estados de ánimo, la manera
de ver la vida, y sobre todo la
concepción de un Dios son derivaciones de la vida espiritual.
Cuando uno cae en la
cuenta de que la oración es tan necesaria a nuestra vida espiritual como lo es
la respiración al cuerpo, se plantea una cuestión ¿Cómo hacer Oración?
Hay días en que nada es
tan sencillo como Orar, hay disposición y claridad o por lo menos la dificultad
no es insuperable. Pero ¿Cuándo la oración no nos dice nada? Entonces el
Evangelio es explícito “Velen y Oren, para no caer en Tentación”, aun cuando no
se tenga el menor deseo de orar….
En resumidas cuentas si la
respuesta es Orar y es algo tan fundamental,
¿Qué es Orar? ¿Cómo Orar?
¿Consiste en recitar
fórmulas ya hechas? Evidentemente esto no basta y se corre peligro de que se
caiga en algo no propio e impersonal, como quien recita un poema a alguien o
dedica una canción que no nace del corazón; pero por otro lado si dejamos las
fórmulas nos encerramos en nosotros mismos… o quizás divagamos y nos sentimos perdidos y
distraídos por completo.
es hablar con DIOS.
Orar, ¿No es hacerle
peticiones a Dios? Y, ¿Qué le debemos Pedir? Por lo demás, ¿puede reducirse a
peticiones el trato verdaderamente personal, digno de Dios?, ¿y Digno de
nosotros? En fin ¿De veras se escucha a Dios?
A veces creemos que orar
es una simple acción que hacemos nosotros solos, como por ejemplo, redactar o
escribir una carta, desarrollar el tema en una reunión, etc.…
Ante todo
es
DIOS en nosotros. Durante la oración, el Espíritu Santo- sin que nos demos
cuenta-, nos transforma, aclara nuestro entendimiento, nos inclinan el corazón
a comprender y a gustar las cosas de Dios es decir, las realidades del
EVANGELIO: Ver, sentir, juzgar, amar todas las cosas como Jesus las ve,
las siente, las juzga y las ama.
Para que esto suceda debe
existir una confianza total, y una disposición para ese dialogo formador,
¿Qué
debemos hacer cuando Oramos?
Ponerse a Disposición de Dios, nuestros
esfuerzos deben estar centrados en recogernos, prescindir de las ocupaciones,
para que esos 15 o 30 minutos robados al sueño, al descanso, y que parecen
humanamente perdidos, sean un sacrificio agradable al Señor, y lo inclinen a
OBRAR en nosotros.
En segundo Lugar debemos ofrecernos totalmente a Jesús “Aquí me tienes, Señor, Has tu obra en mi” Luego debemos reflexionar en
presencia de Cristo. Hablarle de nuestros íntimos deseos, de las dificultades y
problemas, del porvenir; Hablarle de EL de su amor a los hombres, de su amor
por cada uno, del amor que te tiene a ti, de su poder de su misericordia, de su
gloria.
Todo esto: recogernos, ofrecernos a Dios, reflexionar,
hablar con El, constituye nuestra colaboración a su acción, lo que es
necesario poner de nuestra parte y que el obre en nosotros. Sin embargo esa no
es la parte esencial de la oración.
Por eso, precisamente es
tan frecuente que nos esforzamos por hacer bien la oración, por reflexionar,
por hablar y a pesar de eso nos encontramos secos, se nos escapa la
imaginación, y nos distraemos o no le hallamos gusto a la oración. En realidad
nosotros solo hemos hecho lo que podíamos (¡y Podemos tan poco!) El señor es
quien ha obrado
2.
La meditación
Diaria Algunos consejos prácticos
Si queremos llevar en
serio una vida cristiana, hemos de insistir en la necesidad de dedicar un
tiempo, un rato cada Día a la oración personal.
El ritmo de oración debe
acompañar al mismo ritmo de la vida: Lo mismo que se come, se duerme, se
trabaja y se descansa cada día; así cotidianamente, se vuelve uno al Señor
Jesús “a fin de que hagamos todas las
cosas en su nombre y dando gracias por El al Padre” (Col 3, 17)
Algunas indicaciones de
orden practico no están de más, pues todo lo que es ordenado y va sobre algún
carril es mejor, no imaginamos un tren sin vías, o como es de difícil llegar
cuando no hay caminos y puentes, así pues debemos tener en cuenta algunos
aspectos para
y Meditación Diaria.
- Lugar de la meditación en nuestra vida
Duración: cada uno vea, según el
tiempo de que se dispone, y el interés personal que le de a este acto. Un
mínimo de 15 minutos parece indispensable
Hora: Escoger la más propicia del día, en que no
estemos carrereados por las ocupaciones, el horario, cuando el sueño y el
cansancio nos agobie, Que esta hora siempre sea la misma y mantenga fija en
cuanto sea posible
Lugar: No importa cuál, el templo, el cuarto, la
oficina, el medio de transporte, la cocina. Lo importante es que podamos
liberarnos de lo que nos rodea.
Estos concejos parecen
obvios, pero el fracaso y dificultades en la oración provienen de que no la
hemos puesto un Lugar serio y no modificamos nuestras ocupaciones. Cada uno
sabrá como hacer para modificar y distribuir su tiempo
2.
Hay que preparar la meditación
Antes de la meditación:
Procuremos pensar (al
levantarnos, o al entrar al lugar de la oración) en la oración que vamos a
hacer. Decirnos a nosotros mismos:¿Con quién voy a hablar? ¿Qué actitud debo tener?
Haber preparado con
anticipación el tema de la meditación. Si nos servimos de alguna guía, como lo
son las Pautas escritas del Verbum Dei, o algún otro esquema que nos de
secuencia como los “quince minutos de oración en el hogar”, el evangelio del
día etc. Debemos haberlo leído con antelación al momento de meditación. Esto es
para llegar dispuestos como quien ha preparado lo relacionado a una
conversación personal con un Amigo.
Una vez que se tiene la
oración, nacerá poco a poco a la vida de oración, se establece continuidad en
la meditación entre una y otra; las ideas centrales cobran realce; las palabras
de
o las de los santos llegan a sernos familiares; se ponen de manifiesto el
sentido divino de un determinado acontecimiento de la vida, se impone la
necesidad de recapacitar delante de Dios sobre determinada situación en que
estemos. Esto nos lleva a tener el deseo de valorar y volver sobre el mismo
punto, el tema sigue y se piensa de antemano “hoy meditaré tal punto… o mañana”. El esmero en preparar la meditación es
condición para que salga bien y al reflexionar nos daremos cuenta que tenemos
un hábito, EL HABITO DE ORAR.
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