¡Ven, Espíritu Santo! Ayúdame a estar abierto/a a tus inspiraciones,
a conservar en mi corazón la alegría de saberme amado/a por ti
para que, con gran confianza,
siga con prontitud y docilidad lo que hoy me inspires.
DEL EVANGELIO DE SAN JUAN 16, 5-11
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Ahora me voy al que me envió, y ninguno de vosotros me pregunta: “¿Adónde vas?”. Sino que, por haberos dicho esto, la tristeza os ha llenado el corazón. Sin embargo, os digo la verdad: os conviene que yo me vaya; porque si no me voy, no vendrá a vosotros el Paráclito. En cambio, si me voy, os lo enviaré.
Y cuando venga, dejará convicto al mundo acerca de un pecado, de una justicia y de una condena. De un pecado, porque no creen en mí; de una justicia, porque me voy al Padre, y no me veréis; de una condena, porque el príncipe de este mundo está condenado» por
Cuando Jesús se va y parece que ya no puede darles nada a los discípulos, les da el regalo mejor: el Espíritu Defensor. El Espíritu, que los va a acompañar en el camino de la alegría, de la experiencia de Dios en lo más profundo de sí mismos. Él va a transformar su miedo en valiente testimonio.
Nos dice el papa Francisco: «La misión del Espíritu Santo consiste en generar armonía y obrar la paz en situaciones diversas y entre individuos diferentes. La diversidad de personas y de ideas no debe provocar rechazo o crear obstáculos, porque la variedad es siempre una riqueza. Por tanto, hoy invocamos con corazón ardiente al Espíritu Santo pidiéndole que prepare el camino de la paz y de la unidad» (Homilía en Amán –Jordania–, el 24 de mayo de 2014).
No hay comentarios:
Publicar un comentario