martes, 5 de agosto de 2025

Jesús nos invita a tener fe en su voz.

Jesús que camina sobre las aguas del lago (cf. Mt 14, 22-33).

 Hoy Jesús nos invita a subir a la barca como  invitó a los discípulos a subir a la barca e ir a la otra orilla, mientras despedía a a la gente , y luego se retiró completamente solo a rezar en el monte hasta avanzada la noche. Mientras tanto en el lago se levantó una fuerte tempestad,y los discípulos experimentaron miedo ,Jesús conoce nuestros miedos aunque no lo reconozcamos miedo a lo desconocido, a las dificultades, a las enfermedades miedo a esas tormentas que aparecen de repente en las relaciones con las personas que vivimos o esas  tormentas  interiores que se manifiestan en en el camino de nuestra vida, pero Jesús no nos deja solos por eso   en medio de la tempestad ,Jesús alcanzó la barca de los discípulos, caminando sobre las aguas del lago.

Pero los discípulos en el momento de la tormenta solo ven la dificultad y el miedo les hace ver fantasmas y no reconocen la presencia de Jesús,pero  Jesús los tranquilizó: «Ánimo, soy yo, no tengáis miedo» (v. 27). Pedro, reconociendo a Jesús le pide  «Señor, si eres Tú, mándame ir a ti sobre el agua»; y Jesús le dijo: «Ven» (vv. 28-29). Pedro bajó de la barca y empezó a caminar sobre las aguas; pero el viento fuerte lo arrolló y comenzó a hundirse. Entonces gritó: «Señor, sálvame» (v. 30), y Jesús extendió la mano y lo agarró.

"Este relato es una hermosa imagen de la fe de Pedro. En la voz de Jesús que le dice: «Ven», él reconoció el eco del primer encuentro en la orilla de ese mismo lago, e inmediatamente, una 
vez más, dejó la barca y se dirigió hacia el Maestro. Y caminó sobre las aguas. La respuesta confiada y disponible ante la llamada del Señor permite realizar siempre cosas extraordinarias.
Jesús mismo nos dijo que somos capaces de hacer milagros con nuestra fe, la fe en Él, la fe en su palabra, la fe en su voz. En cambio Pedro comienza a hundirse en el momento en que aparta la mirada de Jesús y se deja arrollar por las adversidades que lo rodean. Pero el Señor está siempre allí, y cuando Pedro lo invoca, Jesús lo salva del peligro. En el personaje de Pedro, con sus impulsos y sus debilidades, se describe nuestra fe: siempre frágil y pobre, inquieta y con todo victoriosa, la fe del cristiano camina hacia el encuentro del Señor resucitado, en medio de las tempestades y peligros del mundo.
«En cuanto subieron a la barca, amainó el viento. Los de la barca se postraron ante Él diciendo: «Realmente eres Hijo de Dios»!» (vv. 32-33). 
Sobre la barca estaban todos los discípulos, unidos por la experiencia de la debilidad, de la duda, del miedo, de la «poca fe». Pero cuando a esa barca vuelve a subir Jesús, el clima cambia inmediatamente: todos se sienten unidos en la fe en Él. 
Todos, pequeños y asustados, se convierten en grandes en el momento en que se postran de rodillas y reconocen en su maestro al Hijo de Dios.
 ¡Cuántas veces también a nosotros nos sucede lo mismo! Sin Jesús, lejos de Jesús, nos sentimos asustados e inadecuados hasta el punto de pensar que ya no podemos seguir. ¡Falta la fe! Pero Jesús siempre está con nosotros, tal vez oculto, pero presente y dispuesto a sostenernos.
 La fe nos da la seguridad de la presencia de Jesús siempre a nuestro lado, con su mano que nos sostiene para apartarnos del peligro. 
Todos nosotros estamos en esta barca, y aquí nos sentimos seguros a pesar de nuestros límites y nuestras debilidades. Estamos seguros sobre todo cuando sabemos ponernos de rodillas y adorar a Jesús, el único Señor de nuestra vida. A ello nos llama siempre nuestra Madre, la Virgen. A ella nos dirigimos confiados."Papa Francisco

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