ACOGER LA VIDA
Recibid el Espíritu Santo.
Hablar del «Espíritu Santo» es hablar de
lo que podemos experimentar de Dios en
nosotros. El «Espíritu» es Dios actuando
en nuestra vida: la fuerza, la luz, el aliento, la
paz, el consuelo, el fuego que podemos
experimentar en nosotros y cuyo origen último
está en Dios, fuente de toda vida.
Esta acción de Dios en nosotros se produce
casi siempre de forma escondida, silenciosa y
callada; el mismo creyente sólo intuye una
presencia casi imperceptible. A veces, sin
embargo, nos invade la certeza, la alegría
desbordante y la confianza total: Dios existe,
nos ama, todo es posible, incluso la vida
eterna.
El signo más claro de la acción del
Espíritu es la vida. Dios está allí donde la vida se
despierta y crece, donde se comunica y
expande. El Espíritu Santo siempre es «dador de
vida»: dilata el corazón,
resucita lo que está muerto en nosotros, despierta lo dormido,
pone en movimiento lo que había quedado
bloqueado. De Dios siempre estamos
recibiendo «nueva energía para la vida»
(J. Moltmann).
Esta acción recreadora de Dios no se
reduce sólo a «experiencias íntimas del alma».
Penetra en todas los estratos de la
persona. Despierta nuestros sentidos, vivifica el cuerpo
y reaviva la capacidad de amar. Por
decirlo brevemente, el Espíritu conduce a la persona a
vivirlo todo de forma diferente: desde una
verdad más honda, desde una confianza más
grande, desde un amor más desinteresado.
Para bastantes, la experiencia fundamental
es el amor de Dios y lo dicen con una frase tan
sencilla como «Dios me ama». Esa
experiencia les devuelve su dignidad indestructible, les
da fuerza para levantarse de la
humillación o el desaliento, les ayuda a encontrarse con lo
mejor de sí mismos.
Otros no pronuncian la palabra «Dios» pero
experimentan una «confianza fundamental»
que les hace amar la vida a pesar de todo,
enfrentarse a los problemas con ánimo, buscar
siempre lo bueno para todos. Nadie vive
privado del Espíritu de Dios. En todos está Él
atrayendo nuestro ser hacia la vida.
Acogemos al «Espíritu Santo» cuando acogemos la
vida. Éste es uno de los mensajes más básicos de la fiesta cristiana de
Pentecostés.
José Antonio Pagola
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