SÓLO AMOR
… en el nombre del Padre y del Hijo y del
Espíritu Santo.
¿Es necesario creer en la Trinidad, ¿se
puede?, ¿sirve para algo?, ¿no es una
construcción intelectual innecesaria?,
¿cambia en algo nuestra fe en Dios y nuestra vida
cristiana si no creemos en el Dios
trinitario?
La fe en la
Trinidad cambia no sólo nuestra manera de
mirar a Dios sino también nuestra manera
de entender la vida.
Confesar la Trinidad de Dios es creer que Dios es un misterio de comunión y de amor.
Dios no es un ser frío,cerrado e impenetrable, inmóvil e indiferente.
Dios es un foco de amor insondable.
Su intimidad misteriosa es sólo amor y comunicación.
Consecuencia:
en el fondo último de la realidad dando sentido y existencia a todo no hay sino Amor. Todo lo existente viene del Amor.
El Padre es Amor originario, la
fuente de todo amor. Él empieza el amor: «Sólo él empieza
desde fuera. Es a amar sin motivos, es más, es él quien desde siempre ha empezado a amar» (E. Jüngel).
El Padre ama desde siempre y para siempre, sin ser obligado ni motivado
el «eterno Amante». Ama y seguirá amando
siempre. Nunca retirará su amor y fidelidad.
De él sólo brota amor. Consecuencia:
creados a su imagen, estamos hechos para amar.
Sólo amando acertamos a vivir plenamente.
El ser del Hijo consiste en recibir
el amor del Padre. Él es el «Amado eternamente» antes
de la creación del mundo. El Hijo es el
Amor que acoge, la respuesta eterna al amor del
Padre. El misterio de Dios consiste pues
en dar y en recibir amor. En Dios, dejarse amar
no es menos que amar. ¡Recibir amor es
también divino! Consecuencia: creados a imagen
de Dios, estamos hechos no sólo para amar
sino para ser amados.
El Espíritu Santo es la comunión
del Padre y del Hijo.
Él es el Amor eterno entre el Padre
amante y el Hijo amado, el que revela que
el amor divino no es cerrazón o posesión celosa
del Padre ni acaparamiento egoísta del
Hijo. El amor verdadero es siempre apertura, don,
comunicación hasta sus criaturas. «El
amor de Dios ha sido derramado en nuestros
corazones por el Espíritu Santo que nos ha
sido dado» (Rom 5, 5). Consecuencia:
creados
a imagen de ese Dios, estamos hechos para
amarnos mutuamente sin acaparar y sin
encerrarnos en amores ficticios y
egoístas.
José Antonio Pagola
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